domingo, 14 de abril de 2024

Orígenes del Castella: don Guillermo Malavassi profundiza sobre el espíritu libre e independiente de la institución.


Foto tomada de Youtube.

Conocí a don Arnoldo en la Escuela de Tres Ríos siendo yo estudiante de tercer grado, y luego su discípulo en cuarto grado, él tenía dieciseis años y llegó como profesor de música, el padre de él también era maestro y él vino como a sustituirlo un tiempo, como a trabajar con el papá, pero luego se notó el cambio extraordinario con la presencia de don Arnoldo, en el modo de valorar la música, la importancia que le daba, en la forma que enseñaba y en el disfrute que lograba con los estudiantes. Para mí resulta tan inolvidable haber conocido a don Arnoldo que con él las canciones que aprendí yo las canto todavía. Él dejaba una huella profunda y un interés muy grande por lo que hacía. De manera que desde entonces y ya en mi pueblo lo conocí un poco más, después se fue con una beca a México, no lo volví a ver por unos años, pero su simpatía, su manera agradable de tratar a los niños, a los colegas, a los maestros, digamos que era una persona que se daba a querer, pero al mismo tiempo exigía, trabajaba, pero que estaba profundamente a gusto con lo que hacía, y esto se proyectaba sobre los niños de la escuela. Lo conocí desde que tengo nueve años, y desde entonces, lo recuerdo con un inmenso cariño, respeto e interés. 

Cuando don Arnoldo regresa de México y comienza con el Castella, un poco lejos de mis actividades de las de él pero siempre con un gran cariño por la persona de don Arnoldo y su familia, años después llegué a ser Ministro de Educación Pública, entonces el encuentro con el Castella fue extraordinario. Don Arnoldo fue de los candidatos para director de la Orquesta Sinfónica Nacional, junto con don Carlos Enrique Vargas y don Benjamín Gutiérrez, pero por varias razones la votación que se hizo del entonces Consejo Directivo de Artes y Letras fue favorable a don Carlos Enrique, porque tenía más experiencia, se había ido a estudiar para prepararse para esos, don Arnoldo, se estimaba que estaba muy ocupado con el Castella, don Carlos Enrique ya estaba pensionado, don Arnoldo sintió mucho esto. Cuando él estuvo en el Consejo de Artes y Letras, yo era el ministro, y pudimos ver muchas cosas relacionadas con el arte, con la música, con el Castella, y algo muy particular, cómo empatar el Conservatorio de Castella con las estructuras del Ministerio de Educación Pública que era la parte más difícil. 

Don Arnoldo por su parte siempre lo hizo como saltándose las reglas, de una manera muy particular, claro hubo la revisión de programas, decidí hacer las cosas como había que hacerlas, entonces se hizo el programa que necesitaba el Castella, sobre todo en secundaria, en primaria como que era más fácil de manejar, se trabajó en la parte académica y se entendió que se necesitaban condiciones especiales para llevar adelante el trabajo. El Castella se diferenciaba en todo, en la persona del director, en la contratación de los profesores, tenía mano libre para contratar a los profesores que se consideraban convenientes, en la disciplina de estudio, el gran interés por parte de los estudiantes, luego el ambiente de libertad, don Arnoldo hablaba mucho de SUMMERHILL, pero la verdad es que don Arnoldo era un hombre disciplinado, Summerhill no, era diferente, pero le gustaba encontrar un ambiente de libertad, solo que don Arnoldo era muy cuidadoso en eso, la libertad ahí era la que tenía que ver con el plan de estudios, que pudieran hacer lo que les impulsa su espíritu creativo, parece que lo lograba, sobre todo con los estudiantes que tenían más vocación, otros definitivamente no. 

Pero entre las cosas grandiosas de don Arnoldo como persona y que va ligada a su obra (que para mí es muy valiosa, le conocí de niño y me causó una enorme impresión que me llenó de humanidad), siendo ministro y siendo muy rígidas las disposiciones legales vigentes entonces, en los años sesenta seis -setenta, los consejos de profesores de colegios aplicaban la disciplina con gran vigor en diversas circunstancias y los estudiantes adolescentes pues a veces se jalaban sus grandes tortas, siendo casi imposible su presencia en los colegios, pero luego la consecuencia era que resultaban expulsados o castigados muy fuertemente, el problema redundaba para ellos, para sus familias y para su futuro. Entonces yo recibí la expulsión creo que de seis estudiantes de un colegio, yo sabía que como ministro podía revocar la medida de un consejo de profesores, pero cómo le metía a la fuerza seis estudiantes que el colegio había expulsado, se volvían a reunir y los volvía a expulsar, no se podía, como cuando a alguien ya no lo quieren en alguna parte, no se puede exigir que se amen, cuando los esposos ya no se quieren y se golpean, pueden matarse uno al otro, de modo que no era la parte legal la que me preocupaba, yo podía revocar la medida, si no la parte humana y pedagógica, yo podía quedarme cómodo, pensar que se merecieron la expulsión, desentenderme, pero me dolían esos muchachos, lo que iban a perder, lo peligroso en la adolescencia. 

Don Arnoldo llegaba con mucha confianza al ministerio, casi no pedía citas, tocaba la puerta y entraba, era mi maestro y yo lo quería mucho, entonces me vio preocupado, se enteró, siempre estaba enterado de todo, yo no sé cómo hacía, estaba enterado de que estaba apenado por la situación de los muchachos, entonces me preguntó ¿señor ministro, de qué está usted preocupado?, le comenté la situación de los muchachos, que esa expulsión puede significar que ningún colegio los va a admitir, don Arnoldo hizo una pausa y me dijo: mándemelos al Castella, ¿cuándo?, mañana mismo, pero don Arnoldo estas son seis fieras, no se preocupe me dijo, yo le manifesté que no quería hacerle problemas al Castella, que los tuviera a prueba y que me mantuviera informado, nunca me dijo nada, se los llevó, los alumnos se amoldaron, se revolvieron con los demás; esto sí que me impresionó profundamente, él tenía un alma de maestro, y no solo en el aspecto musical, que es una de las definiciones, porque hay gente de arte que es insoportable, están tan pegados a la cuestión artística que no les importa los demás, si no que don Arnoldo era un artista por supuesto, pero también era un maestro, que quería y se interesaba por las personas.

Esto es un problema muy interesante, porque precisamente, es una de las dificultades de llevar adelante ciertas tareas de arte, una persona puede ser muy buena en su arte, pero si es una persona que no guarda ciertas reglas o conceptos, entonces, se confunde el arte con anarquía, esto es un problema, don Arnoldo sin dejar de conceder libertad, de correrse riesgos naturales lograba mantener una responsabilidad de maestro, él me contó muchas cosas de esto. 

De tal manera que ya lo del Castella ocupó un lugar muy central de mi corazón de ministro, por don Arnoldo, por lo que hacía, entonces se buscó toda la manera de poner la estructura del Castella dentro de las estructuras del ministerio, y ya salió un programa propio, un programa de estudios que se puede consultar en el Código de Educación que se publicó en el año 69, ya aparece el Castella como una entidad independiente con un programa de estudios, así como había colegios académicos, colegios agropecuarios, colegios profesionales, colegios técnicos, también existía el Colegio de Artes del Conservatorio de Castella. 

De repente, don Arnoldo se excedía, recuerdo que una vez la Asamblea Legislativa aprobó una partida para que construyera algo y él tenía que hacer la junta para la licitación, un día me dijo: construí todo sin licitación, era una millonada. Le manifesté que normalmente una cosas de estas merece la destitución, es un hecho contrario a la Ley de Administración Financiera y a las responsabilidades del cargo, entiendo que usted necesitaba que se construyeran las aulas lo más rápido posible, entonces le manifesté que la única manera que había de arreglar el asunto era crear una ley, me dijo que había hablado con los diputados y en cuestión de días se dio la ley autorizando que lo que había hecho era legal. Arnoldo era un tipo audaz. 

Se logró entender que se necesitaba una libertad programática, sin prejuicio de enseñar en la "escuela" lo que se enseña en el colegio-programa, para que el espíritu creativo pudiera diseñar su vocación sin sentirse constreñido por las limitaciones que a veces el plan de estudios incluye, y que los profesores lo hacen más rígidos con sus vicisitudes, entonces no hay un espacio para que una persona pueda un poco sentir el grito de la profesión, las dificultades en altura, en entrar o en salir, en crecimiento, esto es como un parto y don Arnoldo lo manejó muy bien, sin ningún problema, así es que el pago del resultado sea gente que ha hecho bien las cosas, entendiéndose también que en algunos casos hay personas muy completas, hay artistas muy completos (Leonardo Da Vinci) en donde la parte académica puede pasar a segundo plano, no van a ser muy profundos en matemáticas, ni estudios sociales, pero también se entiende que el desarrollo social de una persona no quiere decir que uno tenga que desarrollarse en todo, sino seguir lo que dice la ley: desarrollar actitudes atendiendo adecuadamente las diferencias individuales, si una persona se dedicó a la danza eso llena su vida; si otro se dedicó a la música eso llena su vida, si otro se dedicó a la dramaturgia eso llena su vida; de modo de no poner el plan de estudios como un estorbo, eso sería fatal, sino como una ayuda que permita ver horizontes, y si alguno pudiera desplayarse como Aristóteles, como Goethe, son unos cuantos, pero no pretender que todos tengan que desarrollarse en todo y ahogar una vocación artística, porque en una vocación artística se hacen concesiones si es del caso, siempre con la ayuda del arte como complemento a su formación, la formación no tiene que convertirse en un grillete que aprieta; no, dando libertades.

Por lo menos, yo lo entendí, lo hice con mucho gusto y siempre estuve muy anuente a aprender cosas con don Arnoldo.

Lo que quería primero era que no se perdieren las vocaciones artísticas, luego que hubiera un medio en donde las vocaciones artísticas no se ahogaran por sí solas, que hubiera un ambiente de libertad en donde una organización grande de profesores pudieran responder a esos ideales, cosa que fue muy difícil para don Arnoldo, porque no todos entendían, por ejemplo ciertas torpezas, o ciertas incapacidades, faltas de amor y de interés de los muchachos. Yo tengo la experiencia de mi propio hijo Humberto, él llegó al Castella muy chiquito, a segundo o tercer grado, pero si alguien ama al Castella es Humberto, porque tenía ese espíritu musical, pero también porque don Arnoldo lo convenció. Él tenía una especie de bodega interior llena de ilusiones, de ideas, de posibilidades que él había vivido, que él había creado, que había visto en México, que había visto en Europa, se inspiraba mucho en diversos autores que le daban ideas extraordinarias para organizar una institución de esta naturaleza; pues si el Castella hace caso al Ministerio deja de ser Castella, no se trata de una rebeldía tonta ni loca, sino que la burocratización de la enseñanza pretende matar todo, el sistema educativo con su carga burocrática es espantoso, hay que darle espíritu a la educación, despertar en los niños el interés por saber y aprender, y si además de eso quiere enseñarles arte, requieren de más libertad, más ímpetu, por encima de los horarios y de la burocracia. 

Él ligaba todo, arte y pedagogía, pues en cierto modo para él la pedagogía era la pedagogía del arte, yo creo que don Arnoldo pensaba que todas las personas tenían capacidad artística, en mayor o menor medida, algunos tan fuerte que no la podían controlar y solos buscan los medios, y que fomentar eso determina una particularidad en cada persona, cuando eso se mueve en el alma de la persona, entonces se siente profundamente motivado, tal vez era una exageración profesional en él, pero creía que la pedagogía debería de ser impulsora de la capacidad creativa del hombre y no solo de la imposición de lo que está escrito, don Arnoldo era muy inteligente y decía que los niños aprenden a leer y a sumar y restar en poco tiempo, si duran mucho tiempo en eso es que "no hubo maestro". 

Arnoldo tenía una pedagogía montada en valores, o en esa visión del ser humano.

Cuando el alumno considera que la clase más aburrida es la de música, es el profesor el que está fallando, porque no los ha sabido hechizar, esta es la parte en donde muchas veces se falla. 

Cuando hablamos del Castella nosotros estamos hablando de don Arnoldo Herrera. Este señor fue una persona de familia humilde, que tuvo la dicha de tener un padre músico y una madre que tocaba el piano, entonces sintió la vocación de la música desde muy niño y la naturaleza le dio unas características tan notables que recuerdo desde niño: la simpatía, el tener claro sus metas, el inmenso interés por el arte, cultivarlo, expandirlo y enseñarlo, con esta personalidad se decidió un día echarse la inmensa tarea de crear un conservatorio donde se reunieran todas las artes tal como él las concebía, en cierta manera, suele ocurrir, dando forma a lo que él quizá hubiera querido tener pero no tuvo, entonces la sombra tutelar de don Arnoldo es El Castella. Por eso hay que aprender lo que él pensó, lo que él hizo, lo que él luchó para mantener viva la institución, de modo que la vida de don Arnoldo y su ideario (su concepción de la persona, del mundo del arte) es lo que hay que revisar, entonces renovar perennemente al Castella con el recuerdo de la vida de don Arnoldo, y de lo que él pensaba y como lo pensaba, aprendiendo así a desafiar el medio que a veces por omisión, por gula, se quieren deshacer de las obras buenas, también por chota o por envidia. 

Lo que llamamos al proceso de globalización es la comprensión de que todos los pueblos de la tierra formamos la familia humana, eso deriva del primero de los considerandos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que dice: la aspiración por la justicia, la libertad y la paz, solo se alcanzará cuando se reconozcan los  derechos de todos los miembros de la familia humana. La comprensión de este valor ha ido trayendo con más vigor el ejercicio de derechos como el ir y venir, con algún entre las personas, que las fronteras no sean impedimento, si ha habido algo que haya saltado las fronteras es el arte, entonces la globalización en cierta forma va detrás del arte, arte y globalización son una sola cosa. 

Don Guillermo Malavassi Vargas nació en mayo de 1932, fue ministro de Educación entre 1966 y 1969 durante la administración de José Joaquín Trejos Fernández, es cofundador de la UACA y también se ha desempeñado como diputado de la República (1982-1986) y director Ejecutivo del Instituto Nacional de Aprendizaje (1969-1970). 
Este material fue publicado para el 51 aniversario del colegio, en el 2005, por la Revista Cultural Castella. En ella se indica que se permite la reproducción parcial o total indicando la fuente.
 

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