miércoles, 19 de junio de 2013

Sontag desató pasiones como activista política, teórica y crítica del arte. Por Erika Henchoz

Políticamente in-correcta para unos, políticamente correcta para muchos.

sontag-annie-leibovitz
 erikahenchoz@gmail.com
Susan Sontag, tan newyorkina como ciudadana del mundo, desató pasiones como activista política, como teórica y crítica del arte. Como polemista enardeció círculos reaccionarios estadounidenses: la llamaron traidora, idiota moral y hasta hubo quienes solicitaron confinarla en el desierto. Pues sí, esta escritora, cineasta, dramaturga, defensora a ultranza de los derechos humanos y que tan férreamente criticó la invasión norteamericana a Irak, protagoniza esta semblanza.
Fue, además,  -y por derecho propio- ciudadana honoraria de Sarajevo donde se alistó como profesora de la Academia Dramática, montó Esperando a Godot de Beckett junto con el director bosnio Haris Pasovic y el que trabajó con actores de diferentes etnias;  y fue portavoz de la intelectualidad comprometida contra la guerra.
Nacida un 16 de enero, de 1933, muere a los 71 años. Ajena a hacer confidencias sobre su intimidad, resultó al final de su vida, una mujer absolutamente expuesta en los diarios, que hicieron público el nombre de su único hijo David Rieff. Se le describe como una intelectual precoz y superdotada que a los 17 años entrevista a Thomas Mann y a los 19 tiene un hijo; y que escribía para construirse así misma.
Sontag estudió en las universidades de California, Chicago (se licenció en Filosofía y Letras en 1951), París y Harvard. Por su vasta formación filosófica y su pasión por la literatura de vanguardia, la escritora, dijo su colega Gore Vidal, se convirtió “más que ningún otro estadounidense, en el eslabón con la literatura europea actual”, editando textos escogidos de Roland Barthes y Antonin Artaud.
Su carrera literaria comenzó en 1963 cuando publicó su novela “El benefactor”. “Tengo, dice Susan,  la impresión de que la literatura amplió mi capacidad de compasión por la forma de llevarnos a mundos diferentes, envolvernos en su contexto, y hacernos sentir partícipes de una historia ajena”. A partir del éxito internacional de sus ensayos reunidos en “Contra la interpretación” (1966) y “Notas sobre lo camp”, se transformó en una autoridad en costumbres de su país”, escribió Silvina Friera.
Apunta Friera que “en 1968 (a los 35 años de edad de la autora) fue enviada como periodista a la guerra de Vietnam, una experiencia que marcó su vida. Sontag, también cineasta, filmó a las tropas israelíes en la guerra de Oriente  en 1973 y dirigió la película, “Tierra prometida”, en los Altos del Golán”.
“A mediados de los ‘70 le diagnosticaron cáncer y con la misma actitud combativa con la que se comprometía en luchas políticas y sociales, le torció el brazo a la muerte escribiendo “La enfermedad y sus metáforas” (1977).
Después vinieron otros títulos, algunos  traducidos a decenas de idiomas: “Sobre la fotografía” (ensayo), “Yo, etcétera” (relatos), “Bajo el signo de Saturno” (ensayos), “Ante el dolor de los demás” (ensayo de 2003) y las novelas “El amante del volcán “ y  ¡En América”, texto de ficción histórica por el que ganó el National Book Award en el año 2000, uno de los premios más prestigiosos de su país”.
Cero complaciente, la escritora fue una persona íntegra y demoledora. En 1993 participó de la fundación del Parlamento Internacional de Escritores, creado para defender la libertad de expresión y proteger a los autores perseguidos. Una vez dijo frente al genocidio a cuchillo en Ruanda que la literatura es totalmente secundaria, y lo afirmó así: “Ni me interesa Hazlitt, ni Burke, ni Bataille, ni Baudelaire, ni el malditismo, ni lo demoníaco, ni nada de eso. ¿Sabe lo que me interesa? Me interesa Ruanda”.

Ante el dolor ajeno dijo presente

Teórica y crítica de la cultura contemporánea, fue líder del movimiento antiglobalización, “conciencia crítica de Estados Unidos, combatiente del gobierno de Bush, la feminista y la preocupada por el dolor de los demás”, como dijo de ella Elena Poniatowska en entrevista con la Sontag, en el 2004.
“Susan, recuerda Elena, venía a México atraída por Ivan Illich, entonces en Cuernavaca. Se quedaba en el CIDOC de tres a cinco días. En Ivan Illich encontraba a un interlocutor verdadero. Allá estaban, además de Illich, Sergio Méndez Arceo y Lemmercier, quien mandó sicoanalizar a todos sus monjes a la sombra del autor de “El miedo de amar”, Erich Fromm. 

Dos temas le apasionaban a Susan de Illich (su idea de la “no escuela”) y el cine.

Ensayista, escritora, cineasta y más

"Freud. La mente de un moralista", puede considerarse quizás su primera publicación, cuya autoría compartió con el padre de su hijo David, Philip Rieff.
“Quien haya leído alguno de los magníficos ensayos de Sontag conoce su  ferozmente independiente manera de pensar y su voraz deseo de analizar la sociedad contemporánea, sin dejarse encorsetar por definiciones entre lo serio y lo culto y lo popular y lo frívolo”.
“Su colección de artículos “Contra la interpretación” (que se publicó cuando tenía 33 años) la convirtió instantáneamente en uno de las pensadoras más polémicas e importantes no solo en Estados Unidos, sino también en Europa, que visitó con frecuencia, y en cuyos ambientes intelectuales siempre deslumbró”, dice Mónica Abdala.
Le siguieron los ensayos “Estilos radicales” (1969),  ”Sobre la fotografía” (1975), “La enfermedad y sus metáforas “(1978),  ”Bajo el signo de Saturno” (1980) y “El sida y sus metáforas ” (1989).
Sus películas Duelo de caníbales (1969) y Hermano Carl (1971) fueron realizadas en Suecia, país del que llegaría a ser algo así como una ciudadana adoptiva.
“Fue después  que visitó Israel, para rodar Tierra prometida (1973), un documental sobre las tropas israelíes en los Altos del Golán. Ninguna de estas tres producciones recibió la atención prevista, aunque su realización dio lugar a uno de los ensayos-clave de la época: Sobre la fotografía (1977). El libro, una nueva reinterpretación sontaguiana del mundo, no venía ilustrado con fotografías; en él, la escritora reivindicaba la potencia y la autoridad de la palabra escrita”, anota Abdala.
Fue directora de las obras teatrales Jacques y su señor (Jacques y su amo, según la traducción en otros países hispanohablantes)  y Esperando a Godot, entre otras.
En el año 2000 Sontag publicó su cuarta novela, "En América", la historia de una inmigrante polaca del siglo XIX. La novela recibió el National Book Award, y al año siguiente mereció el siempre polémico Premio Jerusalén. Cuando recibió el Premio, el más prestigioso de Israel para escritores extranjeros, aceptó el galardón pese a las presiones para que lo rechazara. “La escritora, judía no practicante, aprovechó la oportunidad para condenar la política de ocupación israelí en los territorios palestinos y advirtió que la única solución sería la creación de un Estado binacional con la desaparición del Estado de Israel”, citan las fuentes en la red.
En el  2003,  la autora compartió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras con la marroquí Fátima Mernissi, y fue galardonada con el Premio de la Paz que otorgan los libreros alemanes,  en el que pronunció un fuerte discurso de aceptación, “me gusta pensar que no represento sino a la literatura, es decir, a una cierta idea de la literatura, y a la conciencia, una cierta idea de la conciencia o el deber”, dijo.
El año anterior había aparecido “Ante el dolor de los demás”, un breve ensayo que une dos de sus obsesiones: las imágenes y la guerra. El libro defiende el derecho de los hombres a cerrar los ojos ante las imágenes de violencia que los asedian todos los días. Todos saben, sin embargo, que Sontag ha dedicado su vida a practicar exactamente lo contrario.
La recuerdo muy alta, dice Poniatowska, las uñas muy cortas -porque se las comía-, los dientes levemente manchados -de allí su boquilla en la que encaja cigarro tras cigarro porque no deja de fumar un solo instante- muy delgada, muy fina.
Mantuvo relaciones con Harriet Sohmers Zwerling, con la dramaturga cubana María Irebe Fornés y durante sus últimos años con la fotógrafa Annie Leibovitz.
A sus 43 años sufrió cáncer de mama y probablemente a raíz de la radioterapia que recibió se le ‘disparó’ una leucemia mielógena aguda que le quitó la vida, como ya dijimos, a los 71 años de edad, un 28 de diciembre del año 2004. Su cuerpo reposa en el cementerio parisino de Montparnasse.

Entrevista a Susan Sontag


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