miércoles, 5 de marzo de 2014

Flannery O'Connor

Deep South, y la pluma profunda de O’Connor

Selección por Erika Henchoz

El  estado sureño de Georgia nos remite a una legítima herencia histórica y cultural, a la doctrina de los derechos de los estados,  de la Confederación durante la Guerra Civil Estadounidense. Este sur del norte americano fue historia viva del movimiento de los derechos civiles de la población negra.  En Georgia  se pronunció  el discurso, en 1895 de Booker T. Washington, conocido como el ‘Compromiso de Atlanta’, en el que propugnaba la igualdad política y social para la población negra a cambio de seguridad económica.
El sur también nos transporta a una de las novelistas, cuentistas y ensayistas más respetadas y recordadas de Norteamérica, no obstante haber muerto a los 39 años por motivo de la enfermedad de  lupus, que acabó también con la vida de su padre, cuando ella era una adolescente.  Se dice que de no haber sido por la temprana muerte  de Flannery, “estaríamos hablando seguramente de la más brillante narradora norteamericana de la historia”.
Dos novelas, decenas de cuentos, cartas y ensayos llevan la estampa  O’Connor. Posee, sin duda, una pluma profunda que se delata cuando hurga en el comportamiento humano (sarcástico y exagerado). Nacida un 25 de marzo de 1925 y fallecida un 3 de agosto de 1964.
Ella, tan devota de la catolicidad, contrasta  en su espíritu con el tratamiento de su obra literaria. Como lo dijo la Revista Ñ hace un año en que le publicaron unas oraciones a O’Connor:“… Si sólo hubiéramos leído superficialmente su primera novela, Sangre sabia (1952) y algunos de sus cuentos, podríamos haber esperado un encuentro con un personaje sombrío y morboso; tal vez un alcohólico, antisocial y anárquico. El mundo literario de Flannery  O’Connor está poblado por freaks, como un predicador ateo que crea una “iglesia de Cristo sin Cristo”; un asesino nihilista de los campos rurales de Georgia; un vendedor itinerante de biblias que seduce a una mujer con una pierna ortopédica de madera (en su biblia, que es hueca, guarda naipes pornográficos, whisky y condónes…)”.
Y desde el escritorio de quien escribe, asalta a la memoria aquellas palabras rotundas: I said just an old sweet song, keeps Georgia on my mind, que cantó Ray Charles.
Wise blood o Sangre sabia constata esa temática dura, “es la historia de un predicador traumatizado, que se auto mutila y queda ciego, además de ser luego asesinado, lo que genera un escándalo. La buena acogida que el público norteamericano deparó a esta novela propició que, casi cuarenta años después de su publicación (y al cabo de quince años de la muerte de la propia O’Connor), el gran cineasta John Huston filmara una espléndida versión cinematográfica de Sangre sabia, enriquecida con la banda sonora del compositor estadounidense Alex North”.“Su siguiente novela, titulada Los profetas (1960), prosiguió indagando por la misma senda de religión y misterio que había abierto con Sangre sabia. Sin embargo, ya por aquellos años Flannery O’Connor se había revelado además, como una consumada autora de relatos, género en el que, a los ingredientes temáticos propios de sus narraciones extensas, añadió una curiosa fascinación por lo grotesco, por la presentación de incongruencias extremas en la psicología de sus personajes y en el espacio en que se mueven”.

Dice la autora al respecto:

El hecho es que cualquier persona que haya sobrevivido a su infancia tiene suficiente información sobre la vida para que le dure hasta el fin de sus días. Si no puedes armar algo con poca experiencia no es probable que lo puedas hacer con mucha experiencia. El quehacer del escritor es contemplar la experiencia, no fundirse con ella.”

Revista Ñ apunta en su artículo  del 2013, “en su literatura se juegan cuestiones ligadas a los misterios religiosos centrales: la salvación, la redención y la gracia.

Legado

Antes de ser escritora quiso ser historietista. Su vida tranquila e idílica  se destruyó cuando su padre murió de lupus en 1941. Flannery tenía 15 años. “Diez años después, en 1951, le diagnosticaron la misma enfermedad, de la que finalmente murió en 1964”.  Algunos críticos se atreven comparar su legado escrito con  Kafka, Van Gogh y Keats.
Las lecturas de grandes autores que logró hacer nuestra Escritora del Mes,  comenzó hasta que fue a la escuela de Posgrado, y entonces empezó a escribir al mismo tiempo. “Cuando entré a Lowa nunca había oído hablar de Faulkner, Kafka, Joyce, mucho menos los había leído. Pero en ese momento me puse a leer todo al mismo tiempo, tanto es así que no creo que haya sido influida por un solo autor.”
Sus letras se agolpan con su resquebrajada salud. En 1946 fue aceptada en el prestigioso Máster de Creación Literaria de la Universidad de Iowa; y es allí donde O’Connor presentó sus primeros cuentos como tesis final.“En este tiempo había empezado a trabajar en Wise Blood, que obtuvo en esa fase de elaboración previa el premio Rinehart. Consiguió entonces una beca para trabajar en la elaboración final de esta novela en la colonia de escritores de Yaddo, donde conoció al poeta Robert Lowell; más adelante, ante los problemas que surgieron allí, se trasladó a vivir a Nueva York; allí, en 1949, conoció a Robert Fitzgerald (traductor de Edipo rey, la Ilíada y la Odisea), y aceptó de éste y de su mujer, Sally, una invitación para vivir con ellos en su casa en el campo, en Connecticut. Estos amigos se encargaron de editar algunas de sus obras a su muerte”, apuntan sus biógrafos.
Una de las primeras  recopilaciones de relatos, presentada bajo el título de A Good Man is Hard to Find (Un hombre bueno es difícil de encontrar), se publica en 1955. Posteriormente, Flannery O’Connor siguió escribiendo otros cuentos que se publicaron en el volumen póstumo Las dulzuras del hogar (1965).
Enferma, se trasladó a los campos de su infancia, en una finca  llamada Andalucia, de cuya administración se encargó su madre. Al tiempo que escribía, continuó con su afición a la cría de aves, especialmente pavos reales, pero también gansos, patos y cualquier ave exótica que pudiera conseguir.
Pepe Rodríguez nos remite a una de sus obras que contienen un poco de todo, Misterio y maneras.“Una cosa son las novelas y los relatos y otra bien diferente los ensayos, las conferencias y las reflexiones de la autora. Misterio y maneras contiene un poco de todo, desde un manual de crianza de pavos a un curso intensivo de escritura de relatos pasando por diferentes opiniones sobre oficio de escribir en general, en el sur de EEUU en particular y siendo creyente más concretamente todavía”.“Sorprendentemente frescos estos textos con más de medio siglo demuestran el punto de vista que ella tenía sobre aquello que se le daba bien, “escribir”, enmarcándolo en la historia previa norteamericana, en la contemporánea de ella y alcanzando a profetizar muchos de los vicios que encontramos en la literatura actual”.
Al final de uno de sus comentarios, Rodríguez apunta de ella:“Fue común en ella recibir visitas, y numerosas, de amigos y admiradores. Su relación epistolar con algunos de ellos fue recogida en El hábito de ser. Este libro “ le permitió una red de relaciones que compaginó con algunos viajes puntuales, sobre todo a universidades. Sólo salió al extranjero en un viaje que hizo por Europa, pasando por Roma, Lourdes y Barcelona”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

                                                                      26 de diciembre