domingo, 31 de octubre de 2010

...me hubiera gustado participar, pues es muy cansado no hacer nada.

5 y 6 de noviembre, 1889, hacia Costa Rica con el Sr. Rudín
Louis Samuel Henchoz


5 de noviembre


Esta mañana cuando salí al puente, me anunciaron que se veían las islas Azores; en efecto, se distinguían unas montañas bajitas que se elevaban muy poco sobre el agua: esta era la última tierra que se ve cerca de Europa; durante muchos días no iba a ver más tierra. 


Tuvimos un lindo día; el sol daba un tinte plateado al mar y las olas reflejaban diferentes colores. Un espectáculo bellísimo, el mar estaba tranquilo, el barco se balanceaba como se balanceaba a un niño para dormirlo. Era algo hermoso.¡Ah! si uno pudiera comunicar esos pensamientos y esas impresiones a alguien; es duro sentirse solo. Cuando uno se siente solo, qué puede decir, qué puede hacer. 


Claro que tenía al Sr. Rudín, quien era muy bueno conmigo ; él habla mucho y nos paseamos juntos, más bien yo con él. Luego fui a su cabina para recibir una lección de español, lo hizo como se explica a un joven en la escuela. 


Luego asistí a una maniobra de los marineros; todo estaba tranquilo, cuando uno de los oficiales dio un martillazo a una gran campana y todo el mundo se desplazó hacia las bombas, como si hubiese un incendio, para luego descender las chalupas al mar. Esto era muy lindo, pero me hubiera gustado participar, pues es muy cansado no hacer nada.  


Hoy escribí en mi cabina sobre mi cama, que es mi mesa y con la silla que es mi valija. Esta noche tuvimos de nuevo la luna fantástica; es increíble ver la luna reflejarse y en movimiento, parece que la luna saliera del mar en el horizonte. Con este grandioso espectáculo voy a acostarme sobre mi colchón prometiéndome levantarme mañana temprano.


6 de noviembre


Esta mañana antes de las 4 de la mañana yo me dediqué a estudiar español y mi maestro estaba muy satisfecho de mí. Después de hacer mi toilete subí de nuevo hacia el puente de la nave y encontré precisamente al Sr. Rudín, que contemplaba el sistema solar; él empezó a explicarme el nombre y la posición de las estrellas que no se ven en nuestras latitudes, luego bajamos juntos para saborear un desayuno alemán y nos anunciaron que habría un desayuno inglés. 


El desayuno alemán consistía en un licor de genciana, un pedazo de pan y queso; el Sr. Rudín estaba muy contento de comer queso suizo. Posteriormente fuí a escuchar un poco de música que ejecutaban el Sr. Piguet y el Sr. Rudín, uno al piano y el otro en el violín.


Posteriormente nos paseamos por el bosque, que formaban las telas y las cuerdas que se asoleaban en el puente .


Tuve una hora de lección, y de repetición; así pasó el tiempo hasta el almuerzo. Navegamos ahora con una velocidad de 4 leguas por hora, en un día equivale más o menos 280 millas naúticas. Nuestro barco es un  vapor de 18 calderas; su longitud es de 100 metros, 12 de ancho. Tiene 2 pisos y en la parte trasera un comedor, un salón para fumar y una veranda espaciosa.


Los marineros casi todos son ingleses y hay algunos negros. Conocimos a uno de ellos que nos hizo mucha gracia y estuvimos escuchando música,


El mar estaba un poco encrespado y el vapor se balanceaba, lo que me provocaba una dificultad especial para escribir; la pluma se desliza o penentra el papel, como para atravesarlo.


Yo quisiera terminar cuando antes esta vida marina, que me cansa mucho. Si yo no hubiera tenido al Sr. Rudín para hablar de vez en cuando, el tiempo me hubiera parecido demasiado largo.



Al final del diario de Louis Samuel él anota que cuando conoció a los niños de Don Mauro Fernández se creó una relación afectiva a primera vista. Por eso no nos debe extrañar que Don Mauro le enviara a su país estas fotos con dedicatoria, hasta el de hoy las conservamos.

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