martes, 20 de julio de 2010

El aprendiz de brujo, por Marité Valenzuela

19 de Julio , 2010

Muchos recuerdan al Ratón Miguel en la película Fantasía de Disney, el tortón en el que se mete por imitar a su maestro el mago tomando a escondidas su varita mágica, pues, ¡casi se ahoga!, quería que la escoba acarreara el agua para no hacerlo él, no quería trabajar, pero no pudo parar el hechizo y las escobas que eran miles seguían llenando de agua la casa. Llegó el mago y salvó la tanda, pero le dio un escobazo al aprendiz irresponsable.

Algo así está pasando en nuestra nave única que compartimos los seres humanos, nuestra sufriente Madre Tierra. No alcanzan las palabras que tenemos en el mundo para designar el derrame de petróleo en el Atlántico, es como si la varita mágica de la técnica nos hubiera permitido llevar a cabo increíbles logros, pero que el hechizo se nos fue de las manos, y ahora, con lo caro que es el petróleo, está siendo botado al mar incontrolablemente, es francamente el colmo, casi tan terrible como las explosiones atómicas. Y entonces oigo por ahí, que han propuesto cerrar el boquete, o los boquetes en el fondo submarino, ¡estallando bombas atómicas!

No es fácil guardar la compostura cuando escucho que algo daña cualquier ecosistema o pequeña mariposita, y no pienso como un señor Vilchez que escribió que “el tan sonado caso de las Crucitas” es “un minúsculo proyecto en el planeta”. La verdad es que estoy tan molesta como Obama. La especie humana tendrá que hacerle caso al mago que es Tatica Dios, y dejar las malas costumbres de mentir, matar y robar, eso debería estar pasado de moda.

Sí, todo debe cambiar, se racionalizará la basura, no existirán pobres, habrá zonas de bosquecitos y flores de colores en toda la ciudad, el transporte será organizado y no contaminará el ambiente, y así, otros muchos cambios. El modo de vida consumista es irracional y tonto, Charles Fourier decía en Francia por el año 1800 que era necesario que se llegase a trabajar en lo que a cada uno le produjera “atracción apasionada”, y así las cosas serían de gran calidad y se heredarían. El desperdicio es un pecadote. Se tiran productos al mar para mantener los precios y a la vez millones de personas pasan hambre, jinete despiadado que ha asolado siempre a los pueblos. Dejemos ya de gastar en la industria militar, en drogas, en vicio, en lujo, etc., y habría suficiente para que todos los habitantes del planeta seamos amigos, navegantes en el Universo esplendoroso, unidos por la conciencia cósmica de ser parte del Gran Misterio. Los chinos dicen que ninguna persona puede dormir en una cama ocupando más de dos metros. Cuando ya se tiene plata, ¿para qué tener más?, se convierte en una especie de religión, y sus miembros se fanatizan con frecuencia. “No se puede servir a Dios y al Dinero”, los dioses nos dieron una casa, aprendamos a habitarla y a amarla. Las guerras son ridículas y crueles, son otro jinete tétrico. Dejen de acumular riquezas los poderosos del mundo y repártanla con equidad, a cada cual lo que necesita, aumentando así el capital de felicidad, el único que produce dividendos sutiles que forjarán la esperanza de llegar a ser el Súper Hombre que anunció Nietzsche. Desarrollemos nuestras facultades superiores y que dentro de 5 mil años nuestros descendientes puedan hablar muy lindo de sus tataratatarabuelos que supieron proteger la Madre Tierra para ellos. Y trabajemos unidos para atajar la peor torta (por el momento) ecológica en la historia. Y que paguen los aprendices responsables de estas irresponsabilidades, merecen un buen escobazo.

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