Te conocí a la sombra y al fuego; más bien te escuché antes de conocerte. Yo estaba detrás del pino, distraído, charlando con amigos, pero con la mente en alguna lejanía o en alguna de esas ocurrencias que a menudo logran una ocupación casi total de mi mente. Pero en todo caso, recuerdo con claridad que andaba con una profunda hoquedad en el pecho; tan grande, que de no haberte mirado se habría instalado allí, como solía ocurrirme. Realmente me estaba sintiendo mal como cuando uno sabe si lo que quiere es reír o llorar. No sé si lo había descubierto en esos días, pero lo cierto es que a mis treinta seis años me vine a dar cuenta de que el amor es indispensable en mi vida, pero el amor en llamas, en brasas, en vino, adobado con guitarras y poemas; amor heroico, sensual, libre, mezcla de cielo y de tierra. Amor en cataratas, huracanes, perfumados de tiempo y de vida.Amor gitano,con embrujo y con magia, que pueda juntar en algún sitio impensable del tiempo el ayer, hoy y mañana. Amor, pero el amor verdadero.
Así buscando estrellas, te escuché reír. ¡Qué risa! Un kindergarden entero comprimido en una voz. Algo tenía que provenir de un rostro bello, de un cuerpo hermoso y abundante. Una larga cabellera desbordada en un pullover a rayas fue todo lo que logré ver entre la gente, el rumor, el humo y la sombra. Pero intuí tu belleza. Intuí el amor en la interioridad de aquella figura que se alejaba lentamente hacia otro grupo de invitados. Luego me enteré de lo demás. Sin ningún pudor, con la fruición de un viejo minero pregunté quién eras, qué hacías... de todo. Como un felino al acecho me acerqué al grupo. Te pude mirar el rostro, descubrir tu sonrisa, escuchar tu voz. Luego te estreché la mano, o te besé en la mejilla. No recuerdo. Ahí empezó este loco amor que me tiene aquí en los andes peruanos, buscando cumbres, en un intento inútil de mirar al otro lado del mar. Este es un sitio raro del planeta. La aracaunia de Neruda se oye aquí más clara. El lamento del indio, siglos de dolor, se convierte en piedra y ruinas, para testimoniar la grandeza de ayer. Los cóndores lo vieron todo. En las alturas, con el aire enrarecido, se escapan los espíritus a volar por las moradas del pensamiento. Y yo quiero volar con los cóndores y escuchar con las quenas, nostalgia y ternura del altiplano y de la sierra, un canto al amor y a la vida. Quiero verte de nuevo y que vengas aquí conmigo a preguntarle al indio o a la piedra vieja, al aire y al cóndor ¿si esto que estoy sintiendo no es mezcla de cielo y tierra? ¿si esto que estoy sintiendo no es amor verdadero?
Omar Cota
Del olvido no me acuerdo
Soy un hombre más, caminante sin destino
solo eso; caminante
Yo mismo marco mi ruta
y solo sueños me retrasan en llegar, pero sigo y llegaré
¿Qué me espera?
No lo sé, y no importa.
Lo que me importa es que me espera
Es un sueño de mi mente la existencia,
soy yo mismo quien me espera
me miro transitar por el camino, camino mío.
Soy un hombre más, caminante sin destino.
Solo juro, llegaré.
24/2/80
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